20 de junio de 2008

CONTAMINACION DEL AIRE

El aire de un ambiente puro es una mezcla de gases en diferentes proporciones de: nitrógeno, oxígeno, argón, anhídrido carbónico; y pequeñas cantidades de otros como hidrógeno, ozono, y óxidos de nitrógeno. Pero su pureza es relativa, incluso con anhídrido carbónico por encima de 0,5% y otros contaminantes (1%). La humedad varía según zonas, siendo superior al 4% de su volumen. El oxígeno es esencial para la vida animal, como fuente de energía y calor. Si éste baja del 12%, habría peligro inminente para la vida (por debajo del 11% habría pérdida del conocimiento).

Normalmente el aire es invisible, no tiene olor y no se siente su peso. Con facilidad se asume que siempre existirá y que estará limpio. Sólo cuando está sucio se valora su existencia y su posible impacto en la salud. La contaminación atmosférica comenzó a alcanzar niveles preocupantes con el desarrollo de la industria moderna, llegando al momento actual, en que se han sobrecargado los sistemas naturales de limpieza del aire.

El descubrimiento del fuego ocurrió hace alrededor de 1,5 millones de años, una gotita de tiempo en los 4.600.000.000 años de existencia del planeta. Nuestros ancestros continuaron inventando artefactos y máquinas para mejorar la calidad de sus vidas. Hasta hace aproximadamente cien años, ellos vivieron sin mayor problema la contaminación del aire. Pero todo cambió cuando la producción industrial llegó a niveles modernos.
En ese momento se inició la combustión masiva del petróleo y del carbón para liberar su energía y mover así las máquinas, aumentando también los gases y las partículas contaminantes arrojados al aire. Por ejemplo, la invención de la electricidad derivó en plantas eléctricas que en su mayoría quemaban carbón. El auto y el avión se hicieron de uso común en muchas partes del mundo, echando más y más contaminantes al aire.

Tiempo después, con la invención de sistemas de refrigeración y de aire acondicionado, así como de espumas plásticas, se inició el uso de los clorofluorocarbonos (CFCs), gases que sin ser contaminantes cuando están cerca de la superficie terrestre, son capaces de destruir la capa de ozono de la estratosfera.

Muchos de los gases que liberamos al aire no solamente afectan la salud de los seres humanos, sino también la de los animales, plantas y seres vivos en general. Además, contribuyen al calentamiento de la Tierra, provocando lo que se conoce como el efecto invernadero. Se ha podido medir que la actividad industrial de los últimos cien años ha introducido cambios atmosféricos de tal magnitud que se amenaza seriamente nuestra salud y el equilibrio logrado a través de toda la historia del planeta. Cada vez con mayor frecuencia y en más lugares se alcanzan niveles críticos de contaminación del aire; es decir, concentraciones que causan efectos negativos a la salud del ser humano.

Sin embargo, el problema no sólo se da en el exterior de nuestro entorno. Muchas veces la contaminación del aire ocurre en proporciones aún mayores al interior de casas y edificios. Así, algunas fuentes de contaminación intradomiciliaria son los productos usados para el aseo, como el cloro y otros limpiadores; los vapores y olores de pinturas; los desodorantes ambientales; el humo de las estufas y cocinas de leña, parafina y gas; y, entre otros, las ceras y los aerosoles. Estos productos se utilizan porque hacen más "fácil" la vida cotidiana, contribuyen significativamente a la contaminación intradomiciliaria, creando ambientes muy desagradables y dañinos para la salud.

El cigarrillo también puede ser fuente de contaminación doméstica, provocando problemas respiratorios no sólo al fumador mismo sino también a quienes lo rodean. Otra fuente importante de contaminación tanto al interior como en el exterior de nuestros hogares es el polvo que viene de las calles sin pavimentar, el cual se suspende en el aire y se interna en los hogares. El polvo de tiza en las escuelas tiene los mismos efectos, causando problemas de salud a maestros y alumnos.

Afortunadamente, mediante procesos químicos y físicos, nuestro planeta tiene sistemas naturales de limpieza de contaminantes del aire. Por ejemplo, la lluvia arrastra partículas y gases contaminantes desde la troposfera a la Tierra, en donde microorganismos los convierten en compuestos inocuos que se reincorporan a los ciclos naturales. Por millones de años estos procesos de limpieza habían logrado que contaminantes naturales ­como la erupción de volcanes, cierto tipo de incendios y la generación de polvo­ se mantuvieran bajo el nivel crítico. Pese a ello, los cambios actuales y la naturaleza de los contaminantes modernos sobrepasan la capacidad de los sistemas naturales de limpieza y la magnitud de los problemas de contaminación del aire son cada vez más grandes.